La dieta proteica del pobre
Desde pequeños nos enseñan que comer bien nos ayuda a tener un mejor aspecto físico y a sentirnos mejor. Lo que no siempre se nos dice es que una buena nutrición también afecta significativamente a nuestra salud mental. Una dieta sana y equilibrada puede ayudarnos a pensar con claridad y a sentirnos más alerta. También puede mejorar la concentración y la capacidad de atención.
Por el contrario, una dieta inadecuada puede provocar cansancio, alterar la toma de decisiones y ralentizar el tiempo de reacción. De hecho, una dieta inadecuada puede agravar, e incluso provocar, el estrés y la depresión.
Uno de los mayores perjuicios para la salud es la dependencia de la sociedad de los alimentos procesados. Estos alimentos tienen un alto contenido en harinas y azúcares y entrenan al cerebro para desear más de ellos, en lugar de alimentos ricos en nutrientes como las frutas y las verduras.
Muchos de los alimentos procesados que comemos son altamente adictivos y estimulan los centros de dopamina en nuestro cerebro, que están asociados con el placer y la recompensa. Para dejar de desear alimentos poco saludables, hay que dejar de comerlos. En realidad, se empieza a cambiar la fisiología del cerebro cuando se eliminan de la dieta los azúcares añadidos y los carbohidratos refinados.
La dieta del pobre para perder peso
Una buena nutrición es esencial para mantener sanas a las generaciones actuales y futuras a lo largo de su vida. Una dieta sana ayuda a los niños a crecer y desarrollarse adecuadamente y reduce el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Los adultos que siguen una dieta sana viven más tiempo y tienen menos riesgo de padecer obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes de tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Una alimentación sana puede ayudar a las personas con enfermedades crónicas a controlar estas afecciones y evitar complicaciones.
Sin embargo, cuando no se dispone de opciones saludables, las personas pueden conformarse con alimentos más calóricos y de menor valor nutricional. Las personas de las comunidades de bajos ingresos y algunos grupos raciales y étnicos a menudo no tienen acceso a lugares convenientes que ofrezcan alimentos asequibles y más saludables.
La mayoría de los habitantes de Estados Unidos no siguen una dieta saludable y consumen demasiado sodio, grasas saturadas y azúcar, lo que aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Por ejemplo, menos de 1 de cada 10 adolescentes y adultos comen suficientes frutas o verduras. Además, 6 de cada 10 jóvenes de 2 a 19 años y 5 de cada 10 adultos consumen al menos una bebida azucarada en un día cualquiera.
Comer sano por debajo del umbral de la pobreza
Aunque no existe un alimento “mágico” que reduzca el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca, hay pruebas de que algunos alimentos son importantes para la salud del corazón. Entre ellos se encuentran: Cómo reducir el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca con una alimentación sana Pruebe a seguir estos pasos para reducir el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca: Dónde obtener ayuda
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Comer mientras se es pobre
Durante la temporada de gripe o en épocas de enfermedad, la gente suele buscar alimentos especiales o suplementos vitamínicos que se cree que aumentan la inmunidad. La vitamina C y alimentos como los cítricos, la sopa de pollo y el té con miel son ejemplos populares. Sin embargo, el diseño de nuestro sistema inmunitario es complejo y está influenciado por un equilibrio ideal de muchos factores, no sólo por la dieta, y sobre todo por ningún alimento o nutriente específico. Sin embargo, una dieta equilibrada que incluya una serie de vitaminas y minerales, combinada con factores de un estilo de vida saludable, como un sueño y un ejercicio adecuados y un bajo nivel de estrés, es lo que más eficazmente prepara al organismo para luchar contra las infecciones y las enfermedades.
A diario, estamos expuestos constantemente a microbios potencialmente dañinos de todo tipo. Nuestro sistema inmunitario, una red de etapas y vías intrincadas en el cuerpo, nos protege contra estos microbios nocivos y contra ciertas enfermedades. Reconoce a los invasores extraños, como las bacterias, los virus y los parásitos, y actúa inmediatamente. Los seres humanos poseen dos tipos de inmunidad: innata y adaptativa.